En los próximos días se cumplirá un año de una carta del papa Francisco que tituló “Hermanos todos” (Fratelli tutti). Es una alusión directa a san Francisco de Asís, que escribía así para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio. El año anterior, a la publicación de la carta, el mismo Papa se había reunido con uno de los líderes del Islam, el Gran Imán de Al-Azhar Ahmad Al-Tayyeb, dando ejemplo de cómo personas muy diferentes podían dar ejemplo de un compromiso por construir una sociedad en paz, fraterna y justa. Ese mensaje puede servir a todos los chilenos y lo recordamos hoy, en el domingo en que los católicos dedicamos una jornada que llamamos oración por Chile.
En la inspiración de san Francisco, destaca que el amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio y, el papa, recuerda que san Francisco declara feliz a quien ama al otro «tanto como a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él”. Con estas pocas y sencillas palabras expresó lo esencial de una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite.
En el compromiso que hicieron el papa y el imán proponen el conocimiento recíproco como criterio; el diálogo como camino; y, la colaboración común como conducta. Conocernos entre nosotros es un desafío, las muchas sorpresas que nos hemos llevado en las elecciones, en sus resultados y también decepciones, tienen más de una explicación, pero es innegable que, una de ellas, es el desconocimiento mutuo, la distancia que existe entre personas de diferentes ideologías, geografías, orígenes étnicos, conciencia de género y también generacionales. A ratos, parece que ni siquiera nos une un mismo idioma y, del tiempo en que vivimos tenemos diferentes percepciones. Necesitamos acercamos y reconocernos.
En esto el diálogo es un camino a recorrer. Escucharnos es una necesidad, darnos tiempo, y no tener miedo a reconocernos diferentes. La colaboración tiene que ser el modo de actuar, queremos mejorar o construir el espacio social que habitamos. Por muy diferentes que seamos, habitamos un mismo espacio y una sana convivencia en paz es un anhelo que da respuesta, incluso a aquellos que no quieren abandonar la violencia. El aporte religioso y, gestos como la oración merecen ser valorados. Recuerda el Papa: «entre las causas más importantes de la crisis del mundo moderno están una conciencia humana anestesiada y un alejamiento de los valores religiosos. No puede admitirse que en el debate público sólo tengan voz los poderosos y los científicos. Debe haber un lugar para la reflexión que procede de un trasfondo religioso que recoge siglos de experiencia y de sabiduría motivadora”. Todos tienen una palabra que decir, todos tenemos que esforzarnos en escuchar a los demás, sin ningún tipo de exclusión.